Hemos asistimos a un espectáculo
indigno del Partido Socialista Obrero Español. Una cascada de acontecimientos a
cual más visceral. Qué diría Pablo Iglesias, el bueno, si levantara la cabeza y
viera cómo se han puesto en pie de guerra dirigentes del partido que fundó y
sin el cual no se entiende la Historia de España. Primero salió al paso César
Luena a explicar la arbitraria decisión de suspender a la dirección del partido
en Madrid. Después hizo su puesta en escena Tomás Gómez y los suyos para lanzar
unas lamentables acusaciones.
El tufo del tranvía de Parla,
ayuntamiento del que Gómez fue alcalde, tira para atrás. La malversación podría
alcanzar los cien millones de euros. Dicho esto, Tomás no está, si quiera,
imputado. Quizás se equivoquen los que han puesto las manos en el fuego por él
pero no hay derecho a una condena política preventiva como la sentenciada por
Pedro Sánchez.
El tiempo de barajar si Gómez era
un candidato pésimo, muy malo o malo ya pasó hace mucho. Tener entre tus filas
a un señor incapaz de comprender que sobra es una situación complicada pero ganó
las primarias en 2010, fue elegido y ratificado por los órganos
correspondientes. Pasado mañana, como quien dice, son las elecciones
autonómicas. Y vienen ahora a destituirlo por la mala expectativa electoral. Según
ese ramplón razonamiento, Sánchez debería autodestituirse ya que las encuestas
lo sitúan como tercera fuerza, superados por el partido de Pablo Iglesias, el
malo. Pero eso no ocurre porque cuando hay voluntad se buscan fórmulas menos
drásticas para revertir la situación. Hay quienes opinan, a pesar de todo, que Pedro
Sánchez podría salir fortalecido si coloca a un candidato con garantías de ganar
en Madrid, plaza clave de cara a las elecciones generales. Pero mucho me temo
que, esta vez, Pedro no pensó en todas las consecuencias de su estrategia, si
es que alguna vez las piensa él mismo.
0 comentarios:
Publicar un comentario