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Saber estar 2.0



          El saber estar es, por lo general, un modus vivendi. Los que hemos sido educados en la importancia que tiene no somos intelectuales ni sabemos de protocolo mas hemos desarrollado un sentido para intuir, por ejemplo, hasta cuándo estar en un sitio, cuánto y qué hablar, cuándo y cuánto callar… o se intenta. 

Si ya hay que reconocer que no abundan las personas con esta delicadeza, las nuevas tecnologías, las redes sociales y, sobre todo, la mensajería instantánea se están llevando por delante cualquier residuo de las buenas conductas que aun quedara.
 



Entender que, de las 24 horas que muy probablemente esté disponible nuestro móvil, no podemos contactar en cualquier momento ni en cualquier circunstancia con los demás o pensarse el uso de la opción “compartir” son actitudes que determina el desconocido y tan necesario saber estar 2.0.


       Ahora nuestros teléfonos son ese juguete nuevo de los críos descarados en los que nos estamos convirtiendo, faltos de ese sentido que tenemos que volver a desarrollar acorde a las nuevas formas de comunicación.

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La política: el perfume que hoy apesta

No es una cuestión de fe. La política es una realidad. Nos puede gustar más o menos, nos puede indignar, entretener, parecer un circo o una canonjía pero lo cierto es que la política es la única forma que une a todas las personas (de todos los colores políticos, incluidos los apolíticos) en el camino hacia el bienestar, la justicia, la libertad y demás valores democráticos.
Así que, en días como estos, en los que dan ganas de no saber nada más de semejante gremio, parece que lo responsable es aprender a vivir con ella y si es inmerso en ella, mejor todavía.

Nos quejamos de que las medidas de los políticos y sus argumentos son un agravio a nuestra inteligencia. Seguramente, pero ¿y si en vez de quejarnos ofrecemos nuestro entendimiento para un análisis serio de la actualidad y un debate profundo? Nadie nos ha recortado nuestra inteligencia ni nuestra libertad.

No hace falta ser un analista político para darse cuenta de la aversión hacia los políticos que se está produciendo. El sentimiento de descrédito es ampliamente mayoritario y una de las primeras preocupaciones del ciudadano español. La sociedad está dejando de creer en los políticos pero no nos podemos permitir dejar de creer en la política. Eso sería olvidar lo que la mueve, el pilar que la sostiene y la meta que se persigue, que no es otra cosa que el Bien Común.

Hoy todo tiene forma de reto. Afrontar la actualidad con el valor para abordar temas tan delicados como fundamentales que nos afectan a todos, y tomar consciencia de la importancia que tiene la política en nuestras vidas, mucho más allá de las opiniones a la hora del café o “arreglando el mundo” en la sobremesa.

Ya han sido varias las homilías en las que nos han animado a “transmitir el mensaje, en estos tiempos de crisis, con alegría”. No se entiende, dentro de un contexto de cristianos comprometidos, que nos quedemos en titulares y noticieros. Nuestra responsabilidad es cada vez mayor. No sé bien cómo lo vamos a conseguir pero ojalá encontremos la manera de transmitir la alegría de la política.