"Mi querida España. Esta España mía, esta España nuestra. De tu santa
siesta ahora te despiertan versos de poetas. ¿Dónde están tus ojos?
¿Dónde están tus manos? ¿Dónde tu cabeza?”, cantó una tal Cecilia antes
de yo nacer. Jarcha, el grupo del que yo solo conocía “libertad sin ira”
también nos dejó esta perla: “Habla, pueblo, habla. Tuyo es el mañana.
Habla y no permitas que roben tu palabra”. Mucho más reciente fue la
canción de Ana Belén: “España camisa blanca de mi esperanza, reseca
historia que nos abraza con acercarse solo a mirarla, paloma buscando
cielos más estrellados donde entendernos sin destrozarnos, donde
sentarnos y conversar”.
Esta semana han sido días de recuerdos pero
sobre todo de contrastes. El contraste de unos buenos recuerdos con las
malsonantes palabras que se escuchan de la situación sociopolítica
actual: “puta España”, “este país de mierda”, “así nos va”, "sinvergüenzas" y la palabra
estrella “crisis”. Hoy es otra la España, sin embargo, el espíritu
podría ser el mismo; recuperémoslo. El espíritu que suscita la vocación
de estado, la altura de miras y el consenso en temas primordiales.
Uno
de los impedimentos es el infantilismo y la inmadurez política de muchos
ciudadanos, especialmente de la generación a la que pertenezco y las
que vienen. Por el hecho de que la justicia sea lenta no deja uno de
creer en ella. Por el hecho de que algunas personas hayan usado la
política para enriquecerse hasta niveles obscenos no toma uno la postura
facilona de tirar el sistema a la basura sino que apuesta por entender
sus debilidades y mejorarlo.
“Adolfo Suárez padeció la injusticia de
quienes confunden al gobernante con el mago” y a esta misma senda
angosta es a la que seguimos llamados a participar. Al camino que
construye un gran país, no de españoles indignados sino de ciudadanos
descentrados de sí mismos que busquen y celebren el bien común. España,
¿estás ahí?