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Personalismos

        Primero fue la renuncia de Jaime Mayor Oreja a liderar las listas europeas. Mayor Oreja es un señor de 62 años que lleva desde 1980 en política. Concretamente los diez últimos han sido en el Parlamento Europeo. Diez años… y los que exigen regeneración montan un pollo en lugar de celebrarlo. López Aguilar tiene 52 años y lleva en política desde 1990. Está en el Parlamento Europeo desde 2009.  ¿Será sine díe su jubilación de oro? Esperemos que no.
        Después ha sido la noticia de la ausencia de Aznar a la convención del Partido Popular. A mí plim pensarán algunos. El PP se rompe opinan otros. Se trata del presidente honorífico de ese partido, es decir, del presidente virtual. Lo cierto es que en la actualidad no tiene cargo electo alguno. Si puede ir bien y si no, también.
        Llama la atención cómo algunas personas se escandalizan por estas ausencias. Seguramente los que ponen el grito en el cielo sean los que no superan el tiempo de Rubalcaba, aún en la poltrona, y no comprenden que el pasado de un partido no es una pieza imprescindible en un momento que trata del futuro. Un futuro bastante negro, por cierto, el que les depara a las grandes formaciones de este país; más rápidas en avistar las goteras del otro que en arreglar las que tienen en su propia casa.
        No se trata de engrandecer a nadie más allá de lo razonable. No se trata de despreciar a los políticos ni menospreciar la labor que han hecho. Se trata de valorar las cosas en su justa medida. Los hechos, las palabras, las ausencias… Cada cual lo pondera como le interesa, ninguno estamos a salvo de eso. Sin embargo, deberíamos coincidir en que tenemos que cuidarnos de la exageración. Así nos deleita Baltasar Gracián en el arte de la prudencia: “gran logro del hombre cuidadoso es no hablar con superlativos y grandilocuencias, pues se expone ya a faltar a la verdad, ya a deslucir la cordura. La exageración es casi siempre mentirosa.”
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Jueces estrella

Suena la canción Don’t Stop Me Now. Es la hora de los jueces: Pablo Ruz, José Castro, Mercedes Alaya, Santiago Pedraz, Elpidio José Silva and goes on. Cada maestrillo tiene su librillo y cada juez tiene sus autos. Llama la atención el trabajo que están haciendo algunos de ellos. Más que el trabajo diríamos la floritura y el adorno que le ponen. Los jueces tienen un cometido y sus preferencias o convicciones personales no deben alterarlo. Parece obvio pero no es la primera vez que acaba en prevaricación. Las situaciones injustas le llevan a cualquiera a alzar la voz. Uno puede y debe, a cambio, esmerarse en su trabajo para poner fin a tanta desigualdad. Los jueces, como cualquier hijo de vecino, están en su derecho de hacer valoraciones fuera de lo que sería su cometido. La controversia comienza cuando un juez milita, en su sentido más amplio, bajo la bandera de determinadas ideas políticas o económicas. En este extremo puede darse el caso de dictar a sabiendas sentencias injustas. Esto es prevaricar y es un delito. 

Los jueces tienen la posibilidad y el poder de luchar contra injusticias y lacras. La tergiversación de esta realidad ocurre cuando un juez se erige como el salvador de todos los males de España. Existen personas que odian con todas sus fuerzas a gran parte de los políticos y banqueros de este país. Personas que buscan constantemente la manera de llevárselos a todos por delante sin hacer ningún tipo de distinción entre ellos. Querer trascender en la justicia con esta actitud parece el final de un cuento cuyo protagonista se ha fumado un buen puro con las hojas del Código Penal. A los jueces hay que dejarlos hacer su trabajo, claro que sí, pero el que quiera hacer política que no la haga con una toga puesta. Los jueces tuiteros y de platós de televisión no han venido a solucionar el problema sino a agrandar la carpa del circo.
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Revisión de precios

       Por primera vez, los precios de los servicios públicos no subirán únicamente en función del IPC. Hasta ahora la inflación marcaba lo que subía el coste de la vida pero a partir de ahora se tendrán en cuenta otros factores. Los entendidos lo llaman desindexar la economía, es decir, desvincular del IPC las subidas automáticas de servicios y rentas. El nuevo índice que servirá de referencia será el indicador de competitividad, una fórmula de la que solo sé que será publicada el mismo día que el IPC y será calculado por el INE.
       Entre las subidas con las que estrenamos el año se encuentran las tasas aeroportuarias, algunos billetes de trenes, los peajes de las autopistas que dependen del estado excepto las dependientes del Gobierno catalán y, como sabrá de sobra, el recibo de la luz. No sufrirán incrementos el gas, la bombona de butano, ni la cuota de abono de Telefónica. Tampoco Correos, que congela el precio de los sellos por primera vez en siete años. Cabe recordar que las fuertes subidas de impuestos sufridas en 2013 se hicieron de forma transitoria y debían finalizar al acabar el año. Sin embargo, parece que esa medida se prorrogará y existe la posibilidad de otras subidas fiscales para cumplir con el déficit. 
       Las pensiones se verán incrementadas un 0,25%. Este es el incremento mínimo que contempla la reforma. La idea es que cuando llegue la tan deseada bonanza económica la subida alcance el tope del IPC más 0,5%. Aunque esta subida parezca ínfima le supondrá al estado 264 millones de euros más que el pasado año.
       Hace unos días ha reaparecido Luis de Guindos en escena augurando para 2014 creación neta de empleo y, por consiguiente, caída de tasa de paro. Por desgracia, la percepción de los políticos y la del español medio a veces distan bastante. Ya sabemos lo que piensa el Gobierno, ahora cabe preguntarnos nosotros: ¿será 2014 el año de la recuperación económica?