Hasta ahora a
Pedro Sánchez se le había dado el beneficio de la duda. Qué menos. Vapulear a
alguien que yace herido en suelo sería vil y así se encuentra el partido que ya
lidera. Todos estamos esperando a ver cómo Sánchez le carga las pilas a su
partido. Lo primero, para que no haya más daños, será pedirle a Rubalcaba que
cierre la puerta cuando salga.
Es cierto que
para las enfermedades que padece el PSOE no se puede esperar una pronta
recuperación. Por ello, la primera medida que ha tomado el nuevo secretario general
ha sido prematura e irreflexiva además de un craso error. Populares y
socialistas europeos llegaron a un pacto, a saber, repartirse la presidencia de
la Eurocámara. El pacto ya estaba forjado cuando Sánchez llegó a la secretaría
general. Sin embargo, optó por desdecir la palabra dada en aquel Parlamento e
instó a los suyos a votar contra Juncker (ganador de las elecciones). Y así
acataron a pesar de situarles en el bloque antieuropeísta.
Por si fuera poco, Cataluña
cuenta también con un nuevo secretario socialista. Miquel Iceta es partidario
de la consulta del 9N. Además ha nombrado número dos a Nuria Parlon, una
soberanista que “lucha por la máxima afirmación de los catalanes como pueblo
que se siente nación”. Pedro se ha posicionado en contra de la consulta. Es
tremendo que estemos hablando del mismo partido. Muchos no quieren entender que
se trata de una consulta ilegal como la que se pretende en Canarias sobre el
petróleo.
Si
los españoles consideramos que lo más valioso que tenemos, la Constitución, se
ha devaluado y queremos reformarla, tendremos que dejarnos de arrebatos de
última hora, de otoños calientes y algarabías populistas. Hasta que no
caminemos decididamente por la senda de la estabilidad y la moderación, la reforma
de la Constitución solo será una promesa extraterrestre de unos dirigentes con
los pies sobre otro planeta.
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