Una vez conocida la última encuesta del CIS sólo queda preguntarnos
cómo vamos a tragarnos la ingobernabilidad que se avecina. El Partido
Popular ha obtenido el peor dato de estimación de voto en décadas. Una
gestión ácida que mantiene a los españoles con la misma cara que se le
queda a uno al chupar un limón. A pesar de la debacle, el PP se recrea
en el sabor agridulce del dato que los sitúa nuevamente como ganadores
de las elecciones.
Los salados de Podemos han ilusionado a la sociedad y se colocan como
segunda fuerza en estimación de voto. No viene al caso pero yo adoro la
comida salada y mis seres queridos no hacen sino advertirme sobre lo
perjudicial de la sal de mesa que aquí serían los revolucionarios de
salón. Se sabe que la sal es la única roca comestible. Algo así como el
comunismo, una utopía que no hay dios que la mastique sin perder los
dientes pero que baja mejor si unos salados la presentan
convenientemente. En lo que se refiere a presentación, el CIS debería
introducir una calificación de catorce para valorar el trabajo de
Podemos. Presentar una piedra y venderla como el único y más valioso
condimento que necesita nuestra dieta es un trabajo político
excepcional.
El PSOE, por su parte, prueba el amargor de convertirse en los terceros. Con semejante panorama, que su líder sea el mejor valorado es un éxito insípido. No existe la dulzura en política.
No creo que España esté preparada para un gobierno en minoría pero
esa será la primera opción del vencedor de las elecciones generales.
Podemos gobernará en minoría si tiene la posibilidad, esta es toda su
aspiración: llegar al poder e infartar al sistema democrático español
con importaciones latinoamericanas. Si no es posible ningún gobierno en
minoría, será el PSOE quien tendrá que decidir con quién forma coalición
para gobernar. En 100 años todos calvos. En 10 meses todos con
hipertensión. Tranquilidad y buenos alimentos.
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