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Crisis de valores


          Me gustaría poder decir que no existen individuos que han justificado o argumentado el asesinato de una persona, concretamente me refiero a la política asesinada en León el pasado lunes. Muy a mi pesar he comprobado que los hay. Atónita constato que incluso algunos son personas normales, no empuñan armas ni alteran el orden público. Sin embargo, con pasmosa lógica explican que si una es, según su juicio, “una hija de puta” o “una sinvergüenza” se puede esperar que, teniendo en cuenta las penurias que pasan muchos españoles, se le mate a tiros porque “uno recoge lo que siembra”. Me he esforzado en comprender a los que sí entienden lo sucedido. Como debo escribir para todos lo diré de una forma en la que se puedan enterar también los cavernícolas con dificultades para condenar un crimen: uka uka, mí no entender, shaka uka.

Esta vez los partidos políticos han tenido una actitud ejemplar. A excepción de Bildu, todos los partidos condenaron los hechos, simple y llanamente porque no hay peros que valgan. No lo ha entendido así la masa comentadora que ha vertido mensajes ofensivos e impropios en internet. No me refiero solamente a los que el asesinato les supo a poco sino a los tibios que han posibilitado que otros dijeran barbaridades, mezclaran temas e incitaran al odio y a la violencia. La crisis de valores demostrada estos días es realmente preocupante.

Desear que alguien pueda descansar en paz no significa en modo alguno pretender esconder los errores que haya podido cometer en vida. Nuestro sistema es garantista y gozamos de plena libertad de expresión. Sin embargo, hemos fracasado en la transmisión de valores si creemos que todo vale con tal de excusarnos en una laxa acepción de este derecho. Por muy puntera que sea la tecnología que usemos para expresarnos, no mostrar el más mínimo atisbo de humanidad o escrúpulos nos convierte en una sociedad cavernícola y despiadada.




Versionando al escritor Clive Barker, considero que Internet y las redes sociales son sistemas verdaderamente democráticos, accesibles para todo el mundo y completamente gobernados por lo que quiere y expresa la gente. Lo terrible es precisamente lo que quiere la gente.

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